Desde los orígenes de la civilización, el hombre primitivo comienza a utilizar la danza y las ceremonias religiosas, para rogar a los dioses que resulten fructíferos la caza y los cultivos. A la vez va elaborando las técnicas de los sonidos con los que se comenzaron a acompañar los ritos.
Cada cultura tuvo concepciones diferentes en la apreciación y valor de la música. Unos le daban valor totalmente humano mientras que otros querían comunicarse con los espíritus.
En la civilización griega, en la época de la escuela Pitagórica, la música se transforma en la ciencia de los sonidos, se la relaciona con las matemáticas. Se elabora una concepción cósmica, relacionándola a la vez con la filosofía.
La música es melodía, es ritmo, es sonoridad, pero la escritura musical con un verdadero pentagrama, fue realizada por el monje italiano Guido d'Arezzo (990 - 1050), en el Siglo X. Este pentagrama constaba de cuatro líneas, empleaba claves y colores; y le puso los nombres a las notas musicales: do - re - mi - fa- sol - la - si a partir de las primeras sílabas de un texto latino.
En 1711 aparece el diapasón, inventado por el laudista inglés John Shore.
El metrónomo, utilizado para medir los tiempos, se cree que fue inventado por un amigo de Beethoven, el alemán Johnn Maetzel (1772 - 1832) quien lo patentó en 1816. A partir de 1988 se realizan metrónomos de cuarzo de mayor precisión.